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martes, 26 de octubre de 2010

Psicología: diferencias entre el cerebro de un hombre y de una mujer.

Hombres y mujeres. Nadie ha podido demostrar que un sexo posea cualidades intelectuales superiores a las del otro.
No obstante, cada vez se están descubriendo más diferencias anatómicas, celulares y funcionales entre los cerebros masculino y femenino, que podrían traducirse en diferentes comportamientos, diferentes modos de resolver los problemas y almacenar los recuerdos y diferentes propensiones frente a las enfermedades mentales.
Está claro que tienen que existir algunas diferencias biológicas, porque si no es así, no se explican algunos comportamientos en los que queda excluida toda influencia de factores culturales. Se sabía desde hace tiempo que los niños muy pequeños escogen juguetes “masculinos”, como pelotas y coches, mientras que las niñas prefieren los muñecos. Pero era posible que los adultos hubieran estado guiando inconscientemente estas preferencias desde que eran bebés. Un estudio realizado con crías de monos vervet excluye esta posibilidad. Los machos prefieren las pelotas y los coches y las hembras los muñecos. Estas preferencias se deberían a instintos modelados por la selección natural: los machos escogen objetos que desarrollen sus habilidades motoras, para prepararlos para la caza y la lucha por las hembras, en tanto que éstas necesitan estar preparadas para la crianza de los hijos.
Las niñas parecen estar también más preparadas desde la más tierna infancia para interactuar en un entorno social. Las niñas de un año dedican mucho más tiempo a mirar a sus madres que los niños. Además, ellas prefieren ver películas donde aparecen rostros, mientras que los niños prefieren ver películas de coches en movimiento. Para excluir del todo la posibilidad de que fueran los adultos, por su diferente modo de comportarse con niños y niñas, los causantes de estas diferencias, se realizó un experimento con bebés de sólo un día de edad. Se les mostró el rostro amable de una investigadora y también un artefacto mecánico que recordaba su cara pero con los rasgos faciales desordenados. El resultado no dejó lugar a dudas: las niñas miraron más tiempo a la investigadora y los niños al objeto mecánico.